Marcaban las doce de la noche cuando el Nazareno, devoción de Alanis por antonomasia, se disponía a recorrer las calles en una nueva madrugá. La Banda de Música de la localidad puso los sones en el silencio de la noche, donde el fervor de los vecinos y devotos se hacia latente. Este año la imagen no lucio ninguna de sus túnicas bordadas, luciendo una en terciopelo morado liso, y como es habitual estando acompañado por Simon de Cirene. Por la mañana se vivió el tradicional encuentro con su madre, la Virgen de la Amargura.
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